El nuevo orden mundial económico.

El nuevo orden mundial económico.

Resulta que de golpe y porrazo, el dinero se lo ha tragado la tierra. Un buen día nos despiertan con el cuento de que el sistema financiero internacional no tiene liquidez. La única salida a este desastre, que nadie sabe cómo ha llegado, es inyectar dinero público, pero además en cantidades astronómicas.

Para que el sistema económico actual funcione, es importante controlar la cantidad de dinero en circulación. Un exceso de papel moneda en manos del público conlleva aumento del consumo, subida de los precios, y finalmente produce inflación. Por el contrario, si falta liquidez, baja el consumo, decae la producción y aparece el desempleo. Esta política monetaria la lleva a cabo el Gobierno vendiendo dinero a los bancos y cajas a través de su Banco Central. Éstos, a su vez, lo prestan a sus clientes para satisfacer sus necesidades de inversión y consumo. En condiciones normales el dinero siempre vuelve al banco o caja en forma de capital + intereses, y al Banco Central en forma de fondo de garantía. A su vez, el dinero devuelto sirve para conceder un nuevo préstamo + el fondo de garantía correspondiente. Se dice que el sistema bancario es multiplicador de dinero. Una unidad monetaria que sale del Banco Central se multiplica por cinco en los pasivos bancarios y por uno en el fondo de garantía del Banco Central. Parece ser que el sistema bancario, multiplicador de dinero, sí ha funcionado. Y ha funcionado porque los bancos son agentes importantísimos en la política monetaria de los Estados y están controlados de cerca. Es por ello que los bancos siguen repartiendo beneficios.

Lo que ha fallado es el sistema financiero, que no es multiplicador de dinero, y por lo tanto está menos controlado. Los grandes bancos internacionales controlan este negocio a través de sus holdings financieros. Crean productos financieros alegando disipar los riesgos, pero en realidad acaparan fondos monetarios mundiales y los sustraen de la masa monetaria en circulación. Con la globalización, este negocio condiciona los flujos monetarios y de capitales. Pero lo más grave es que desequilibra las políticas monetarias de los Estados. Los neoliberales dirán que el mercado es sabio y que ese dinero se reinvertirá allí donde sea más rentable en este sistema mundial. Hay sospechas de que esos capitales se inmovilizan en los bolsillos de los especuladores globalizados. La cumbre constituyente del nuevo modelo financiero internacional que próximamente va a congregar al G-20 , ampliará la lista negra de los paraísos fiscales. También se ha encargado a la OCDE la elaboración de una nueva lista negra de los depredadores fiscales.

Podría terminar aquí culpando de todos los males a los intermediarios financieros, pero no lo haré porque pienso que ellos sólo son otro instrumento del sistema global. La cumbre mundial que revisará el sistema financiero internacional no se reúne ahora porque el actual sistema ha tocado fondo. Se reúne porque ahora toca un nuevo orden mundial, igual que ocurrió al término de la Segunda Guerra Mundial y donde los vencedores se repartieron el mundo y sus materias primas. Para que la intervención de los Estados en la configuración del nuevo orden mundial tenga el visto bueno de la población, se fuerza el enfriamiento de la economía con las técnicas adecuadas, aun a costa de incrementar el desempleo, para que esa aportación pública aparezca como la salvación. Nadie sabe si los billetes saldrán de la imprenta o de las reservas de los Estados. Dilema primordial que nadie sabe responder. Claro que muchos Estados no son conscientes de los acontecimientos: unos pocos dirigen y los demás siguen. Me viene a la memoria la crisis económica de principios de la década de los años 70. Se dijo que se debió a un aumento del precio del petróleo porque se estaban agotando las reservas de crudo. Con el paso del tiempo, somos más los que pensamos que tal subida, y la consiguiente inflación mundial, fueron provocadas y controladas para financiar la guerra de Vietnam.

En todos los países, la sociedad se divide en clases sociales según sus niveles de ingresos. La pertenencia a una clase condiciona la vida de la persona, pero también las relaciones con los integrantes de las otras clases. Estas relaciones jerarquizadas y subordinadas dentro de un país son extrapolables a las relaciones internacionales entre países. Estos se dividen en países desarrollados, países en vía de desarrollo y países pobres. Los países ricos siempre salen beneficiados de esta relación, aunque se la disfrace de cooperación. Pues bien, esta ventaja está en peligro. Los países pobres tienen cada vez más control y beneficio en la agricultura intensiva y la pesca que alimentan Occidente, y que hasta ahora estaban en manos de las multinacionales. Los países productores de energías fósiles imponen su producción y sus precios. Mientras que el PIB del primer mundo de basa en el sector terciario, el PIB de los países emergentes se concentra en la producción industrial y su absorción de capitales. La explosión demográfica en esos países es tal que Occidente no puede seguir imponiendo sus normas por la fuerza, ni tampoco manteniendo gobiernos afines, simplemente porque es una ruina económica. Irak y Afganistán son los ejemplos más significativos pero la lista de las intervenciones es larga. La dominación ha de ser económica.

En la cumbre, los países ricos aumentarán su masa monetaria hasta el nivel que les devuelva la supremacía sobre los demás. El valor de esa masa tendrá como referencia la plusvalía del suelo y de las edificaciones que artificialmente se ha inflado durante una década en el primer mundo. La falta de liquidez se debe también a un exceso de oferta. Ahora sólo falta sacar al mercado esa riqueza artificial disfrazándola de fondos de reservas y que la nueva masa monetaria no produzca inflación. De momento, y antes de la cumbre, ya se han puesto en marcha las técnicas para bajar el consumo: los bancos y cajas no disponen de liquidez para prestar dinero, se ha iniciado una campaña mundial sobre la recesión de las economías para crear incertidumbre y se baja el tipo de interés. En época de bonanza económica, la bajada de tipo acelera el consumo, pero en momentos de recesión, los ahorradores prefieren inmovilizar su dinero, y si es posible debajo del ladrillo. Los bancos y cajas dispondrán aún de menos liquidez. Las resoluciones claves de la cumbre se difuminarán en artículos cargados de buenas intenciones y en fórmulas matemáticas para El valor del papel moneda lo da la confianza que inspiran las instituciones de los Estados emisores, que es lo mismo que decir, que son los países que dictan las reglas de juego del sistema financiero internacional. Occidente seguirá siendo el primer mundo para el bienestar de todos nosotros.

Ahora sólo falta adivinar la duración de este ciclo económico recesivo. Si quieren acertar, no se fíen ni de los analistas profesionales ni de los expertos.

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