Economía del comportamiento: del homo economicus al homo sapiens

Economía del comportamiento: del homo economicus al homo sapiens

Disciplina es una cualidad que muchos de nosotros quisiéramos tener, o al menos en
mayor cantidad. Ello, porque nos damos cuenta que existe una gran variedad de
circunstancias en las que de haber tenido la fuerza de voluntad necesaria, hubiéramos
hecho mejor las cosas. El arrepentimiento en la vejez por no haber ahorrado más, o por
no haber cuidado más la comida en el caso de una persona obesa, o por no haber
fumado menos son ejemplos de ello. Sin embargo, el homo economicus, es decir, la
persona que puebla los libros de economía, es un individuo no solo previsor sino
también tremendamente disciplinado: puede hacer cualquier cosa que sea
tecnológicamente factible: ahorrar, comer menos, dejar de fumar.
Una persona racional y egoísta da sólo en la medida que consiga algo a cambio. Es
decir, no da propina a menos que espere volver al mismo restorán: después de todo, ya
no puede recibir beneficios adicionales. Tampoco divide equitativamente la torta si
tiene el cuchillo en sus manos y puede dejar sin torta a quien se queje del tamaño del
pedazo recibido. Y sin embargo, dejar propinas es costumbre habitual entre homo
sapiens que van a restoranes, así como proponer divisiones relativamente equitativas en
experimentos de laboratorio.
Una persona racional no tiene opiniones sesgadas, ni sobrestima sus atributos
personales. Si las cosas salen bien, sabe que hubo una cuota de suerte y que su éxito no
es el resultado exclusivo de su tremenda habilidad. Si las cosas le salen mal, sabe que
en parte se debió a algún error o limitación de su capacidad, y que el fracaso no fue el
resultado exclusivo de la mala suerte.
Estos son sólo algunos de los ejemplos en los que el homo economicus se ve muy
distante del homo sapiens. Aunque en muchas teorías económicas esta distancia es
justificada, porque ciertas características no son relevantes para analizar el problema en
cuestión e incluirlas meramente haría el análisis más complejo, hay otras en las que no.
Por ejemplo, en el ahorro, la drogadicción, la negociación o las decisiones de compra o
venta de activos.
La economía del comportamiento es un área nueva que intenta explicar el
comportamiento observado, aprovechando el volumen creciente de evidencia
experimental, así como el conocimiento acumulado en psicología, sociología, biología
evolutiva y otras ciencias relacionadas. Es también un área muy activa: en la
conferencia se presentaron alrededor de 40 trabajos.
En un artículo reciente en el Journal of Economic Perspectives, el profesor Richard
Thaler pronostica que el homo economicus comenzará a parecerse cada vez más al
homo sapiens en los libros de economía, al menos en el análisis de aquellos problemas
en los que la diferencia sea relevante. Esto equivale a proponer que la profesión
aceptará llevar la distinción entre lo normativo y lo positivo más allá del ámbito del
egoísmo, permitiendo la creación de teorías de individuos no tan racionales ni tan
enterados del funcionamiento del mundo.
Valgan estos ejemplos para aquellos que pensaban que la ciencia económica se terminó
de escribir quizás con el libro de Samuelson. Es mucho lo que se ha avanzado desde
entonces, pero más lo que falta por aprender.

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